Bob Dylan en la tele: Cameos (VIII)

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 Esta entrada va a ser la más breve de la serie, pero no por eso la menos intensa. Me propongo glosar las apariciones televisivas más insólitas de Bob Dylan, aquellas en que ni actuó, ni respondió a las preguntas de nadie, ni presentó o agradeció galardones que le fueron concedidos (con estas últimas cerraré el círculo más adelante). Todos sabemos lo que es un cameo, un pasaba por aquí, un mira qué sorpresa, un qué diablos hace Bob Dylan ahí. Bueno, pues ha pasado. Pocas, pero algunas gloriosas veces, así que vamos allá.

 La primera en el tiempo es quizá la menos espectacular, aunque tiene el valor de ser un manifiesto televisado, algo nada frecuente. Bob Dylan escribió sendas notas necrológicas cuando conoció la muerte de sus amigos Jerry Garcia (1995) o Johnny Cash (2003). También envió un mensaje escrito a la revista Rolling Stone tras el deceso de Tom Petty (2017) Pero el 27 de enero de 1986, la CBS emitió la felicitación que había grabado en un plató de Los Ángeles al saber que a Willie Nelson le habían concedido el First Annual Award Of Appreciation por su labor humanitaria al frente del festival Farm Aid. Evento que, como ya hemos explicado aquí más de una vez, se gestó a raíz de la polémica propuesta que el proipio Dylan lanzó desde el escenario del Live Aid, cuando sugirió guardar uno o dos millones de lo recaudado para ayudar a los granjeros norteamericanos en situación de bancarrota. «No está mal tener una buena idea. Pero está coger esa buena idea y hacer algo al respecto. Y eso es lo que tú has hecho. Has buscado tiempo en tu apretada agenda para poner mucho esfuerzo y dinero en hacer realidad el Farm Aid. Y por eso el mundo de la música, los granjeros de este país y yo mismo te estamos agradecidos, Willie», dice Dylan en un tono que parece sincero.

 Y ahora agárrense que vienen curvas. En 1989, Dennis Hopper, amigo y compañero de correrías de Bob Dylan, dirigió y protagonizó junto a Jodie Foster un fallido thriller titulado Backtrack. Pese a contar con un reparto en el que había gente tan solvente como John Turturro, Vincent Price, Fred Ward o un joven Charlie Sheen, la película pecaba de un guión inconsistente y falto de toda tensión, reescrito hasta tres veces antes de terminar el rodaje. La versión inicial de Hopper se acercaba a las tres horas de duración, pero fue mutilada por sus productores en la sala de edición, lo que acabó de mosquear al bueno de Dennis. Tanta fue su decepción con el resultado final, que se desentendió del proyecto y exigió eliminar su nombre de los créditos de dirección, rol que pasó a atribuirse a Alan Smithee, pseudónimo habitual cuando en Hollywood se dan desencuentros de este tipo. La película se estrenó en cines con el título de Catchfire y cosechó un rotundo fracaso. En 1991 Hopper se las apañó para reestrenar en televisión una versión más larga (aunque no la de tres horas), ya rebautizada como Backtrack. Así que, haciendo encaje de bolillos (porque su cameo siempre formó parte del metraje) he decidio incluir en esta entrada la secuencia en que Bob Dylan se cuela en la película en la piel de un artista de vanguardia que trabaja la madera… con una sierra mecánica y casco de obrero. Merece la pena verlo con esa pinta y demostrar que actuar no es lo suyo cuando le da la réplica a Hopper y le dice de su relación con el personaje de Jodie Foster eso de «Our forms aren’t exactly simpatico” (no nos tenemos mucho cariño que digamos). Cuarenta segundos de surrealismo que Hopper zanja con un lapidario «putos artistas…»

 Todavía más divertida (y con bastante más sentido) fue la aparición de Bob Dylan en el episodio Play Lady Play (que parafrasea uno de sus mayores éxitos comerciales, Lay Lady Lay) de la sitcom Dharma & Greg. El productor Chuck Lorre le pidió a Eddie Gorodetsky, guionista de la serie y a la vez productor de The Theme Time Radio Hour, el programa radiofónico de Dylan, que le dejase caer la idea de colaborar en un capítulo. El artista pidió vídeos para ver de qué iba la cosa y un mes después respondió de manera afirmativa. La cadena ABC emitió por primera vez Play Lady Play el 12 de octubre de 1999. Esta vez Dylan hace de sí mismo, o al menos de músico al frente de una banda en la que también toca Donald, un rapartidor de pizza que hace buenas migas con la protagonista de la serie. El batería del grupo se pone enfermo y Donald le ofrece temporalmente su puesto a Dharma (Jenna Elfman). Y cuando esta agarra las baquetas… bueno, es mejor verlo que contarlo. Es verdad que Dylan hace poco, muy poco más que tocar (en directo, por cierto). Pero justo lo que hace a mayores es lo que da entidad al cameo. Parece pasar un buen rato y sus reacciones resultan totalmente espontáneas. Como si desconociese el guión. Quizá fue así.

 El cuarto y último cameo de Bob Dylan en televisión hasta la fecha (podríamos sumarle el del circo en el show de Jimmy Fallon pero ahí realmente lo que hizo fue promocionar su propio whiskey, y por eso lo incluí en la serie de anuncios). En 2010, Dylan se coló en el reality Pawn Stars del canal Historia, que en España conocemos como La Casa de Empeños. Fue en el octavo episodio de la tercera temporada y se tituló, de nuevo con paráfrasis, Like A Rolling Chum. Chumlee Russell, uno de los vendedores de la tienda, aprovecha que viaja que Dylan actúa esos días en Las Vegas para le firme un vinilo de su álbum Self Portrait (1970). Lo curioso es que su jefe ha pagado 50 dólares por el disco cuando creo que es fácil encontrarlo por poco más de diez a poco que uno se mueva por el mercado de segunda mano. Contra toda lógica, Chumlee no solo se encuentra por la calle al mismísimo Bob Dylan sino que consigue que se pare y, muy amablemente, acceda a estampar su rúbrica en la portada. Telerrealidad le llaman…

Bob Dylan en la tele: Anuncios (V)

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 Confieso que he disfrutado de manera especial buceando en la red en busca de material para esta entrada. Sobre todo porque he encontrado spots que desconocía, y he sido capaz de dar con otros que recordaba pero parecían ya imposibles de localizar. Vamos por orden. Glosadas sus actuaciones (en directo o grabadas) en la pequeña pantalla a lo largo de más de medio siglo, pasemos a los anuncios de televisión en que Bob Dylan ha sido protagonista. Que son más de los se pueda pensar a priori, y eso que he decidido obviar aquellos en los que suenan canciones suyas en la voz de otros artistas. Aquí se recogen solo las incursiones comerciales en las que Dylan canta o aparece en imagen (o ambas cosas a la vez). Ah, quien espere una reflexión sobre si el artista se ha vendido, si ha traicionado sus principios al pervertir su obra y dejarla en manos del ogro capitalista de la publicidad, que tome asiento y se ponga cómodo. O mejor, que busque otras bitácoras (que las hay). Aquí no se despelleja a casi nadie (y mucho menos a His Bobness)

 Bien. En este caso, todo empezó en Venecia en el año 2004, con un trabajo de la compañía Link Entertainment para Victoria’s Secret. El resultado, titulado Angels In Venice, causó un revuelo considerable en aquel momento. Háganse cargo: la supermodelo Adriana Lima, uno de los ángeles más cotizados de la firma de lencería norteamericana, que entonces tenía 23 años, seduciendo (o algo así) a un viejo carcamal de más de sesenta mientras de fondo sonaba Love Sick, el tema de apertura de Time Out Of Mind, el aclamado álbum que Dylan había facturado en 1997. Se editaron dos versiones, de treinta y sesenta segundos, y una más larga con otro tema más antiguo pero que encajaba igual de bien: Man In The Long Black Coat, de Oh Mercy (1989). He añadido a mayores un pequeño clip con imágenes del rodaje, en el que estuvieron presentes también otras tres estrellas de los célebres desfiles de la firma: Gisele Bundchen, Heidi Klum y Ana Beatriz Barros.

 Ese mismo año la agencia barcelonesa DDB facturó Zoo, un espléndido spot del Audi Allroad Quattro, un exclusivo todoterreno (ahora los llaman todocaminos) que en el garaje estaba tan triste como una fiera enjaulada. Dylan no aparecía en pantalla, pero sonaba su Not Dark Yet, otra de las joyas de Time Out Of Mind. Resulta curioso que fuese en España donde se iniciase la relación de Dylan con los anuncios de coches. Porque aquel fue el primero de unos cuantos, como vamos a comprobar.

 En 2006 volvimos a ver a Bob Dylan en un anuncio. Entre sobras, eso sí, casi convertido en una silueta, como el célebre logo bailarín de iPod, que era el producto publicitado. Recién publicado su álbum Modern Times, Dylan aparece con una guitarra acústica interpretando (en playback) un fragmento de una de sus canciones, Someday Baby. Pero la historia de cómo se gestó el spot, recogida en uno de los capítulos del libro Steve Jobs: A Biography de Walter Isaacson es igual de buena también. Dos años antes, el fundador de Apple, Steve Jobs, acude a un concierto de Dylan en palo Alto, California. Ambos charlan más tarde en el hotel en que se alojaba el músico, que desemboca en una cierta amistad. En un segundo encuentro, en el autobús de gira de Dylan, este le pregunta a Jobs por su canción favorita. Steve responde que One Too Many Mornings (buen gusto, Steve) y Bob la incorpora esa noche a su set. Jobs vuelve a casa y empieza a madurar la idea de incorporar el catálogo completo de canciones de Dylan (unas 700 piezas) a iTunes. Y le propone a Sony (que para entonces había absorbido ya Columbia Records) un paquete de descarga de 199 dólares. La discográfica lo considera un precio irrisorio y se niega: “Dylan -le dijo Andy Lack, ejecutivo de Sony- es patrimonio nacional y no una mercancía barata”. Comenzaba así un pulso entre Sony y Apple por los derechos de explotación digital de la música del cantautor, de la que Steve Jobs salió vencedor al convencer personalmente a Dylan… y a su mano derecha durante décadas, Jeff Rosen, el hombre que toma todas las decisiones a nivel económico. Jobs les envió un iPod (entonces toda una novedad) con la discografía completa de Dylan. Este entendió de inmediato que los tiempos, también en la música, habían cambiado por fin. Que corrían, como rezaba el título de su nuevo disco, en que homenajeaba a su admirado Charles Chaplin, tiempos modernos. Aceptó el pack de 199 dólares, que incluía algunas rarezas exclusivas (como la versión de Mr. Tambourine Man grabada en el festival de Newport de 1964) y se prestó a rodar (¡gratis!) el anuncio para promocionarlo, del que se encargó la agencia The Acoustic. La visión del mito de los 60 con un iPod en la mano le hizo ganar público joven a Dylan, y a Apple, compradores maduros para su flamante lector de música. Aquel verano, Bob Dylan lideró las listas de ventas treinta años después del lanzamiento de Desire, la última vez en que lo había logrado.

 En mayo de 2006 XM Satellite Radio (en los Estados Unidos abundan las emisoras online de pago) comenzó a emitir Theme Time Radio Hour, un programa semanal en el que Bob Dylan se convertía en locutor y dj y articulaba una lista de canciones a partir de un tema común. Reconozco sin pudor que le copié la idea y entre 2017 y 2018 dirigí y presenté en Radio Galega Fío Condutor, un espacio similar en el que hacía sonar a mis artistas favoritos junto a algunos de los valores consolidados o emergentes de la música gallega. Alguno de los audios todavía está disponible en la web.  Pero volvamos a Bob Dylan, que en noviembre de 2007 se anotó un tanto al convertirse en imagen del nuevo Cadillac Escalade, un SUV de referencia entre la clase media-alta de su país… La jugada se convirtió en redonda al hacerse promoción en ambas direcciones. Por un lado, Dylan rodó un spot de la agencia Furlined, con sede en Santa Mónica, en el que aparecía conduciendo uno de estos vehículos por el desierto de Antelope Valley, en California. En la versión corta del anuncio, su voz en off pronunciaba una única frase: “What’s life without taking a detour?” (¿qué es la vida sin dar algún rodeo?). Una de las curiosidades es que no se empleó ninguna de sus canciones sino Held, de Smog, el proyecto de un cantautor underground llamado Bill Callahan. Pero en el spot extendido, Dylan anunciaba también su show en XM… emisora que venía preinstalada de serie en el nuevo Escalade. Para completar la sinergia, le dedicó a Cadillac una edición exclusiva del Theme Time Radio Hour. Y en ella pronunció otra frase para la historia: “We always aspire to be the Cadillac of radio shows” («siempre aspiramos a ser el Cadillac de los programas de radio»).

 Todavía en 2007 pudimos ver también el primer anuncio en televisión de un disco de Bob Dylan, en concreto de la exhaustiva recopilación editada ese año por Columbia, que llevaba el poco imaginativo título de Dylan. El spot jugaba sobre todo con imágenes y fragmentos de canciones emblemáticas de la década de los 60.  No sería la última vez.

 El de 2008 para la Exposición Internacional de Zaragoza fue, por múltiples razones, un spot mucho más interesante. En primer lugar porque Bob Dylan no solo accedió a tomar parte en la campaña de concienciación sobre la importancia del agua en el contexto actual que llevó a cabo la Expo, sino que grabó para ella una nueva versión (en clave bluesera) de A Hard Rain’s A-Gonna Fall, una de las gemas de su álbum The Freewheelin’ (1963). En las tres versiones editadas del vídeo promocional, salpicado con imágenes de Dylan (entre ellas, alguna de la propia sesión de grabación con su banda en Nashville, unos meses antes), este irrumpía al final para ponerle voz a un breve manifiesto sobre la necesidad de valorar el agua como un bien preciado. La conexión aragonesa de Dylan vino a través de Eva Amaral, que había ejercido de telonera suya durante la gira española de 2004. Amaral grabó a su vez una versión en castellano del clásico de Dylan, que también se incorporó a la campaña. Sus responsables (DDB, los mismos que cuatro años antes habían convertido un todoterreno aparcado en un animal depresivo) reconocieron que convencer al legendario artista había resultado «sorprendentemente fácil».

 El 1 de febrero de 2009 Bob Dylan dio el salto a la Superbowl. La millonaria audiencia del evento televisivo máis importante del deporte estadounidense (más de cien millones de espectadores solo en ese país) escuchó su voz por primera vez en una de las pausas publicitarias del partido que enfrentó a los Pittsburg Steelers con los Arizona Cardinals, con victoria de los primeros por un ajustado 27 a 23. En un anuncio de Pepsi sonaba un mash-up de la segunda versión de Forever Young grabada por Dylan para su álbum Planet Waves (1974) y un cover del mismo tema a cargo de Will i. am., líder del grupo Black Eyed Peas. La historia de la agencia TBWA Chiat Day, responsable del spot, era lanzar un mensaje de unión y esperanza para varias generaciones de norteamericanos. Los amantes del fútbol americano no tardarían mucho en comprobar que Dylan había llegado a la Superbowl para quedarse.

 Ese mismo mes, Bob Dylan (o Jeff Rosen, que para el caso viene a ser lo mismo) accedió también a que otro de sus himnos, Blowin’ In The Wind, fuese la banda sonora de un anuncio del grupo Co-op, la gran cooperativa británica con sede en Manchester. De nuevo se hicieron dos versiones, aunque la única que llegó a los canales del Reino Unido fue la más corta. Co-op se gastó una millonada en enviar un mensaje de cambio a todos los niveles dirigido a la sociedad de su país. Una parte fue para pagar por los derechos de uso de una de las primeras canciones de Dylan.

 Bastante más imaginativo fue el spot en el que Google recurrió en 2010 a otro clásico dylaniano, Subterranean Homesick Blues. Se recuperaron fragmentos del célebre vídeo en que Dylan va dejando caer las cartulinas en que está escrita parte de la letra, que el frasea como una ametralladora a lo largo de los dos minutos que dura el tema (para algunos, el primer rap blanco de la historia). Se trataba de promocionar Instant, uno de los servicios de búsqueda rápida de Google. Hoy ya lo vemos como algo absolutamente normal, pero hace apenas una década era prodigioso comprobar cómo se nos ofrecían en tiempo real las búsquedas más frecuentes asociadas a lo que aún no habíamos acabado de teclear. Incluso cuando lo hacíamos incurriendo en alguna errata. La canción de Dylan era el envoltorio perfecto para transmitir esa inmediatez. Google rompía de manera magistral su política de no anunciarse en televisión.

 En septiembre de 2012 se publicó Tempest, el que a día de hoy es el último trabajo de Bob Dylan de material nuevo (las Bootleg Series siguen recuperando antiguas grabaciones inéditas cada año). Con Dylan reivindicado por toda una nueva generación de seguidores (y de músicos), convertido en valor presente una vez resucitado como artista por enésima vez, Columbia Records facturó dos spots televisivos muy similares para los mercados estadounidense y británico. Apenas la voz en off diferenciaba los anuncios, en los que sonaba de fondo el tema de apertura y primer sencillo del disco, Duquesne Whistle.

 En 2013 Columbia repitió la jugada con The Very Best, el enésimo álbum recopilatorio que actualizaba los éxitos de Dylan incluyendo también los más recientes hasta la fecha. En este caso el británico fue el único público destinatario de un spot que tuvo también dos versiones que coincidían en identificar al músico como «la voz de una generación». Justo lo que él se ha cansado de rechazar en multitud de ocasiones.

 Llegamos a 2014, año en que Bob Dylan da un paso más y se deja ver por primera vez en la Superbowl. Esta vez no canta de fondo, pero sí toca con su banda un remedo instrumental de Things Have Changed. Y lo más importante: también aparece en pantalla durante una de las carísimas pausas publicitarias del partido que ese 2 de febrero disputaban en Nueva Jersey los Broncos de Denver y los Seattle Seahawks (que ganaron por un contundente 8-43) para reivindicar otro emblema de la automoción norteamericana: Chrysler. En realidad, Dylan solo pronuncia un par de frases a cámara, y habla en off el resto del tiempo: «Detroit hizo coches y los coches hicieron América», nos dice tras repasar algunos de los emblemas de su país. «Nosotros haremos tu coche», añade tras sugerir que los alemanes se dediquen a fabricar cerveza, los suizos a perfeccionar relojes y los asiáticos a ensamblar teléfonos móviles. El spot es deliciosamente chauvinista. Una maravilla de dos minutos que no anuncia ningún modelo en particular sino una marca que forma parte, y eso es justo lo que quiere hacernos ver, del ADN norteamericano.

 Pero el de Chrysler no fue el único anuncio en que ese día pudimos escuchar a Bob Dylan durante los intermedios de la Superbowl. La firma Chobani eligió la maravillosa I Want You, del álbum Blonde On Blonde (1966), para promocionar unos yogures griegos con ingredientes tan naturales que hasta los osos grizzlies se volvían locos por ellos

 Todavía en 2014, una rareza difícil de rastrear, que en realidad son dos: otro fabricante de automóviles de su país, Jeep, se valió de dos viejísimas grabaciones de Bob Dylan, para promocionar la última encarnación de su todoterreno estrella en las últimas décadas, el Cherokee. En la primera versión del anuncio sonaba Rocks And Gravel, un tema original de 1962; en la segunda, su áspera versión del Motherless Children de Blind Willie Johnson grabada ese mismo año. Un doble guiño solo para iniciados, pues Dylan estaba por entonces aún en busca de su propio sonido y no es fácil reconocer que es él quien canta.

 En 2016 Bob Dylan nos regaló otro cameo impagable gracias a IBM. De nuevo la idea de lo clásico y lo nuevo, de lo que una vez fue vanguardia y lo qyue ahora toma el relevo. En el spot Dylan conversa con Watson, la inteligencia artificial diseñada por la compañía con sede en Armonk, Nueva York, que toma su nombre de su fundador, Thomas John Watson. Su nuevo amigo presume ante un relajado Dylan de haberse leído todas sus letras y haber llegado a la conclusión de que los mensajes recurrentes en sus canciones son que el tiempo pasa y el amor se marchita. Dylan se muestra conforme, y cuando Watson le confiesa que jamás ha estado enamorado, el artista le propone que escriban una canción juntos. Es entonces cuando la máquina saca pecho de nuevo y asegura que sabe cantar, algo que Dylan pone en duda.

 Pero para cameo, el del 22 noviembre 2018, día en que Bob Dylan, ya con el premio Nobel de Literatura en su poder, se coló en The Tonight Show, el programa de la gran figura actual de la televisión norteamericana, Jimmy Fallon. En un sketch filmado previamente, Dylan acompaña al presentador a una función del Big Apple Circus. En un momento dado, Dylan saca una botella de su flamante whiskey de Tennessee, Heaven’s Door, y comparte un trago con Fallon. Este se queda tan absorto disfrutando del espectáculo que no repara en que Dylan se ha largado mucho antes del final. Toda una cuña publicitaria incrustada en un espacio de gran audiencia.

 El 3 de febrero de 2019, los  New England Patriots se hicieron con su sexta Superbowl al derrotar a Los Angeles Rams por 13 a 3. También ese día escuchamos a Dylan en uno de los bloques de publicidad, en concreto en el divertido spot en el que la cervecera de origen belga Stella Artois hacía coincidir en el mismo restaurante a dos personajes tan carismáticos como opuestos: Carrie Bradshaw de Sexo En Nueva York y El Nota de El Gran Lebowski. En el momento en que Jeff Bridges hace acto de presencia suena The Man In Me, la canción de New Morning (1970) que en la película acompañaba los títulos iniciales. Aunque en realidad El Nota era de Miller Lite, en el spot de Stella ambos coinciden en su elección, contra todo pronóstico.

 Y como me gusta ser riguroso, aquí van un par de bonus tracks, concepto en el que el propio Dylan fue pionero. En ambos se le anunciaba a él, aunque, al mismo tiempo, él quedaba al margen del anuncio en sí. Son dos spots de su gira del año 2003 a su paso por Australia y la República Checa. En los dos países los promotores consideraron una buena inversión promocionar en la televisión los conciertos de Bob Dylan, te one & only.

(continuará)

Bob Dylan en la tele: actuaciones 2005-2015 (IV)

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 Eran los primeros días del otoño de 2005, el año que yo viví en Nueva York. Las marquesinas de media ciudad estaban empapeladas con el cartel de No Direction Home, el documental de Martin Scorsese sobre el primer tramo de carrera de Bob Dylan. En realidad los dos pimeros, porque la película narra tanto su etapa como icono del folk como el proceso de electrificación que lo convirtió en estrella del rock. El estreno se hizo simultáneamente a través de la PBS en los Estados Unidos y la BBC en el Reino Unido, los días 26 y 27 de septiembre. Scorsese aprovechó los documentales previos Don’t Look Back (D.A. Pennebaker, 1965) y Eat The Document (del propio Dylan, 1966), así como una entrevista con el protagonista grabada previamente por su mánager, Jeff Rosen (como muy tarde en 2001, que es cuando Scorsese se unió al proyecto). También se filmaron conversaciones con compañeros de aquella época como Joan Baez, Pete Seeger, Dave Van Ronk o el poeta Allen Gingsberg. Marty se llevó un Grammy al año siguiente por haber sabido montar con maestría aquel rompecabezas. Por la parte que nos ocupa, en el film pudimos ver por primera vez parte de la histórica actuación de Dylan en el Free Trade hall de Manchester, el 17 de mayo de 1966. El día en que un espectador le llamó judas y él respondió con una versión «jodidamente estridente» de Like A Rolling Stone.

 Pero con sesenta y tantos años a las espaldas, las apariciones del Bob Dylan contemporáneo en la pequeña pantalla eran cada vez menos frecuentes. Dylan llevaba muchos años impidiendo (aunque con no demasiado éxito, todo sea dicho) que se le grabase sobre un escenario. Y cuando consentía, acostumbraba a exigir que los planos fuesen largos o medios, nunca muy cerrados sobre su arrugado rostro. Así pudimos verlo  interpretando Just Like Thom Thumb’s Blues el 6 de julio de 2008 en La2 de TVE, que cubrió el festival Rock In Rio celebrado en Arganda, Madrid.

 Muchos tenemos grabada la imagen de Michael Douglas aplaudiendo a rabiar en la entrega de los Óscars de 2001 cuando la Academia concedió el galardón de mejor canción original a Things Have Changed, de la banda sonora de la película Wonder Boys, protagonizada por él mismo. En 2009, el panel de directores de Hollywood que preside el American Film Institute anunció que su premio anual era para el propio Michael. Su padre, el legendario Kirk Douglas, lo había recibido también en 1991. El 11 de junio se celebró cerca de Los Ángeles la gala 37th AFI Life Achievement Award: A Tribute To Michael Douglas, presentada por Jack Nicholson, otro dylanita reconocido. La cadena de pago TV Land emitió el 19 de julio un resumen de la velada, que incluyó la deconstrucción que Dylan y su banda hicieron del que en pocos años se había convertido ya en otro de sus clásicos. Esta vez Douglas se puso en pie para aplaudir.

 En 1978, cuando era aún inquilino de la Casa Blanca, a Jimmy Carter, se le ocurrió organizar una serie de actuaciones en el 1600 de la avenida de Pensilvania de Washington DC. En su libro de memorias Why Not The Best, Carter se definía como «un hombre del Sur, un americano, un granjero, un ingeniero, un padre y marido, un cristiano, un político y  antiguo senador, un emprendedor, un hombre de negocios, un físico nuclear, un oficial de la Marina, un pirigüista y, entre otras cosas, un amante de las canciones de Bob Dylan». El ciclo, bautizado como In Performance At The White House, ha llevado al domicilio presidencial a una infinidad de talentos procedentes de todos los estilos musicales (desde la ópera a la salsa, pasando por los géneros típicamente norteamericanos: el country, el blues, el soul). La administración de Barack Obama revitalizó la iniciativa al programar los conciertos, siempre retransmitidos por la cadena pública PBS, con mucha mayor asiduidad que sus predecesores. El 2 de septiembre de 2009 los Obama aprovecharon la celebración del Mes de la Historia Negra para dedicar una de estas veladas de música al Movimiento por los Derechos Civiles de mediados del siglo pasado. Por el escenario de la East Room de la casa más conocida del planeta pasaron ese día artistas como Natalie Cole, Smokey Robinson, Joan Baez, John Mellencamp y, por supuesto, Bob Dylan. El programa completo  puede verse todavía en la web de la PBS , pero la maravillosa interpretación que Dylan hizo de uno de sus himnos de aquella época, The Times They Are A-Changin’ no está disponible en el apartado creado para tal fin en la página de la Casa Blanca, donde sí están colgados los clips de los demás intérpretes. Pero que no cunda el pánico porque numerosos internautas lo capturaron de la televisión y lo compartieron con el mundo. Sin el sombrero al que nos ha acostumbrado desde hace ya décadas y ciñéndose mucho más de lo esperable en él a la melodía original, un Dylan avejentado demostró que sus consignas no se han arrugado como él: siguen vigentes. 

 En la ceremonia de entrega de los premios Grammy de 2011, celebrada el 13 de febrero, Bob Dylan volvió a recurrir a otro de sus clásicos cuando se sumó a dos de las bandas de americana más interesantes del momento, The Avett BrothersMumford & SonsEl momento tuvo más de simbólico que de brillante. Ante las cámaras de la CBS, todos juntos recrearon Maggie’s Farm de manera un tanto caótica, con Dylan en posición prominente, reinando sobre el escenario del Staples Center de Los Ángeles, pero bastante flojo de voz, algo que no dejó de ir a peor hasta que en 2016 decidió hacer 30 conciertos menos de los habituales cada año.

 Y de nuevo, la alargada sombra de Bob Dylan en el cine.  En 2012 fue Martin Scorsese, otro de sus mayores valedores en el séptimo arte, quien recibió un homenaje por su dilatada trayectoria en la décimoséptima ceremonia de entrega de los Critics Choice Movie Awards, los premios de la crítica. Se celebró el 12 de enero en el Hollywood Palladium y fue emitida por la cadena VH1. Después de que Leonardo DiCaprio reivindicase con justicia la condición de Scorsese de cineasta rockero por excelencia, Olivia Harrison, viuda del ex beatle (y ex traveling wilbury) presentó con todos los honores a un Dylan al que, una vez más, le rascaba la garganta en exceso durante su aguardentosa versión de Blind Willie McTell.

 

 No teman, los dos últimos capítulos de esta historia aseguran un desenlace feliz, al menos en las formas. Experiment Ensam es un programa experimental ideado por el director sueco de televisión Anders Helgeson, que decidió filmar una serie de documentales en los que un único protagonista vive de manera individual alguna experiencia que, suele ser colectiva, cuando no incluso masiva. Bob Dylan tiene un gran mercado en Suecia, donde actúa prácticamente cada año. Por eso la elección de una actuación suya para uno de los capítulos de la serie no resulta extraña en exceso. Lo raro, lo verdaderamente llamativo es que Dylan se prestase a participar en algo tan poco convencional. Fredrik Wikingsson, presentador del Kanal 5 y devoto seguidor del artista, resultó elegido para asistir, como único espectador, a un mini concierto de su ídolo en la Philadelphia Academy of Music el 22 de noviembre de 2014. Acompañado de su banda, Dylan tuvo a bien regalarle un set inédito, compuesto únicamente por versiones de temas de otros músicos a los que admira: Heartbeat de Buddy Holly, Blueberry Hill de Fats Domino, It’s Too Late (She’s Gone) de Bob Wills y Key To The Highway de Big Bill Broonzy. Tocó el piano, la armónica y cantó (relajado, mejor de lo que lo estaba haciendo últimamente) para un complete unknownWikingsson le confesó después a la revista Rolling Stone que sonrió «tanto que fue como entrar en éxtasis», y que le dolió la mandíbula durante horas «porque no podía dejar de sonreír. Como si fuese el día de Navidad».

 El 19 mayo de 2015 David Letterman presentó en la CBS el penúltimo Late Show de su carrera. Y no podría haberse despedido sin contar una vez más con Bob Dylan. De hecho, antes de darle paso, Letterman aseguró que las dos cosas más importantes que le había enseñado a su hijo Eric eran ser amable con los demás y asumir que Bob Dylan es el mejor escritor de canciones que ha pisado la faz de la tierra. Poco importó que Dylan hubiese entrado en modo crooner en los últimos tiempos, y que por ello interpretase The Night We Called It A Day de Shadows In The Night, el primero de sus tres discos consecutivos dedicados en exclusiva a revisar el cancionero de Frank Sinatra. De hecho, eso es exactamente lo que uno espera de Bob Dylan a estas alturas. Que haga lo que le viene en gana. Después de todo, por eso nos gusta tanto.

Bob Dylan en la tele: actuaciones 1994-2004 (III)

 

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 Un templo budista del siglo octavo en pleno corazón de Japón. Desde luego, el enclave elegido para el festival The Great Music Experience, celebrado entre el 20 y el 22 mayo de 1994 en la ciudad Nara resultaba atractivo. La idea de la UNESCO, que respaldó el evento, era convertirlo en una celebración anual en alguno de los tesoros arquitectónicos más antiguos del mundo, pero se quedó en algo puntual. Distintos artistas nipones compartieron el escenario don figuras internacionales como Bon Jovi, Joni Mitchell, The Chieftains… y Bob Dylan, que se convirtió en el gran triunfador al interpretar con maestría apenas tres temas en la tercera y última jornada del festival: A Hard Rain’s A-Gonna Fall, I Shall Be ReleasedRing Them Bells. Lo hizo acompañado por primera vez en su carrera por una orquesta, la Nueva Filarmónica de Tokio, con la que había ensayado toda la semana anterior. Según recogió la revista Q, se mostró eufórico al finalizar su actuación y llegó a asegurar que no había cantado tan bien «en los últimos 15 años». Espectadores de 50 países distintos pudieron comprobarlo en directo a través de la televisión. El colofón de la retransmisión fue un I Shall Be Released al más puro estilo de The Last Waltz, donde Dylan se limitó a entrar al coro, cediendo el protagonismo de su propia canción a Mitchell, Michael Hutchence de INXS o Jon Bon Jovi.

 Lo de Nara marcó tal vez el inicio de una etapa en la que, a falta de discos sobresalientes (que no tardarían mucho en llegar también) Bob Dylan recuperó su mejor versión sobre los escenarios. Otra cita de campanillas, con medio mundo de testigo, fue el festival de Woodstock. «Hemos esperado 25 años para escuchar esto», anunció el speaker del evento que conmemoraba el primer cuarto de siglo desde aquellos «tres días de paz y música» en 1969. En efecto, Dylan había sido el gran ausente del evento original, que había coincidido con su etapa más familiar, cercana al country y, en consecuencia, alejada a todo lo que oliese a hippy. Pero el 14 de agosto de 1994, él y su banda sí se subieron al North Stage, el escenario principal, para sentar cátedra con una actuación memorable que se abrió con una revitalizada lectura de Jokerman y se prolongó por espacio de casi hora y media para terminar con un espléndido It Ain’t Me, Babe acústico, cargado de significado.

 Bob Dylan terminó 1994 grabando en los estudios de Sony en Nueva York el que habría de ser el séptimo album en directo de su carrera, y al mismo tiempo parte de la serie Unplugged de la MTV, que lo emitió ya en primavera de 1995 para promocionar el disco, que se vendió bastante bien a pesar de dividir a los críticos. En realidad se grabaron dos actuaciones, el 17 y 18 de noviembre, en las que Dylan apenas repitió tres temas: The Times They Are A-Changin’, Desolation Row y Dignity. Sobre un escenario decorado con sobriedad y ante un público compuesto en su mayoría por ejecutivos de Columbia Records (y quizás entusiasta en exceso), nuestro hombre firmó unas interpretaciones sólidas de la mayor parte de sus éxitos y de un puñado de temas menos conocidos pero igual de interesantes. El resultado final fue bueno pero pudo ser todavía mucho mejor de no haberse quedado fuera Hazel, Absolutely Sweet Marie, My Back Pages o Tonight I’ll Be Staying Here With You, de cuyas excelentes versiones solo hemos podido disfrutar en grabaciones no oficiales.

 El 19 de noviembre de 1995, la cadena ABC organizó en Los Ángeles otro de esos conciertos multiestelares, este bautizado Sinatra: 80 Years My Way, con el que conmemoró el octogésimo aniversario del único cantante conocido como La Voz, entonces ya retirado de los escenarios. La gala se emitió el 14 de diciembre, dos días después del cumpleaños de Frankie, que solo aceptó asistir (sentado en una mesa en primera fila junto a su mujer, Barbara) cuando supo que tendría un fin benéfico. Bob Dylan fue uno de los invitados, junto a estrellas del calibre de Ray Charles, Little Richard, Tony Bennett, Bono o Bruce Springsteen. De él había dicho Sinatra en su día que su voz era «como un violonchelo». Para devolverle el cumplido, al parecer a petición del propio homenajeado, y de nuevo arropado por una orquesta, Dylan desempolvó Restless Farewell, un viejo tema de 1963 que solo había cantado una vez en público en toda su carrera, y que desde entonces solo ha vuelto a interpretar el 21 de mayo de 1998, una semana después del fallecimiento de Sinatra. Una canción que es una declaración de principios muy semejante a la de My Way.

 The Prince’s Trust es una entidad benéfica fundada en 1976 pr el príncipe Carlos de Inglaterra. Cada año recauda fondos con un concierto que cuenta con figuras tanto británicas como de otros países. En su vigésimo aniversario, el evento coincidió con la Eurocopa de Fútbol de 1996 y se celebró el 29 junio en Hyde Park, la víspera de la final, que disputaron la República Checa y Alemania (con victoria germana por 2 goles a 1). Eric Clapton, The Who y Bob Dylan, a cuya banda se sumó un Ron Wood bastante más centrado que en el Live Aid del 85, encabezaron el cartel de aquella edición, de la que se produjo un especial televisivo de una hora que en España pudimos ver en Canal+. En él el boxeador Frank Bruno dio paso a la actuación de Dylan, que se redujo solo a tres temas: Leopard-Skin Pill-Box HatJust Like Tom Thumb’s Blues y Silvio. Suficientes para comprobar que seguía en plena forma.

   Según sus propias palabras, Bob Dylan estuvo a punto de ver a Elvis en mayo de 1997. Una infección cardíaca llamada histoplasmosis lo obligó a cancelar una gira de dos semanas por Europa. Dylan se sintió indispuesto horas después de celebrar su 56 cumpleaños. Como con su famoso accidente de moto tres décadas antes, las especulaciones sobre su estado de salud se dispararon ante el secretismo que lo rodeaba. La dolencia era potencialmente fatal, pero los médicos la atajaron a tiempo. Dylan volvió a la carretera ya en agosto, y el 27 de septiembre realizó en Bolonia una de las actuaciones más comentadas de su carrera. Apenas tres temas: Knockin’ on Heaven’s Door, A Hard Rain’s A-Gonna Fall y Forever Young, todos con fuerte carga filosófica y  también espiritual en cierto modo. A aquel breve concierto asistieron 300.000 personas nada menos, pero fue una de ellas la que captaba todas las miradas mientras Dylan tocaba: Juan Pablo II. Ese día al Papa viajero le llovieron tantas críticas por abrir la puerta de un Congreso Eucarístico a un embajador del rock, «la música del diablo», como a Dylan por prestarse a cantar (y estrechar su mano al terminar su segunda canción) ante el máximo representate de una institución que muchos de sus seguidores cualificaban de «arcaica». A ambos les dio exactamente lo mismo: las cámaras de la RAI sirvieron al mundo entero unas imágenes que hoy tienen un extraordinario valor histórico.

 Solo tres días después de quitarse el sombrero para saludar al jefe de la Iglesia Católica, Bob Dylan completó su resurrección artística de mediados de los 90 con la publicación de Time Out Of Mind. Tras varios años manteniendo un nivel excelso en su Never Ending Tour, Dylan plasmaba en disco su extraordinario momento de forma. El álbum cosechó las mejores ventas de su autor en muchos años y fue aclamado por la crítica. El 25 de febrero de 1998 también fue el gran triunfador de la cuadragésima gala de entrega de los premios Grammy, que retransmitió la CBS, donde se alzó con los galardones al mejor disco del año, al mejor trabajo de folk contemporáneo y a la mejor interpretación vocal masculina de rock por el single Cold Irons Bound. En la ceremonia, sin embargo, Dylan interpretó el tema de apertura del disco, Love Sick, en otra interpretación que pasó a la historia cuando un espontáneo llamado Michael Portnoy se situó a su lado con las palabras soy bomb (bomba de soja) escritas sobre su pecho desnudo y se puso a bailar de manera estrambótica hasta que fue reducido por la seguridad de la gala. Dylan, por supuesto, ni se inmutó. Columbia eliminó la escena cuando editó aquel vídeo para la edición limitada de su siguiente álbum, pero soy de los que cree que Portnoy merece su medio minuto de gloria. Por osado.

 Todavía aguantó unos años más (y de hecho no tiró la toalla hasta que June Carter cerró los ojos para siempre). Pero en la primavera de 1999, la salud de Johnny Cash estaba ya muy deteriorada, después haberle sido diagnosticado un año antes el síndrome Shy-Drager, una alteración del sistema nervioso parecida al Párkinson. El 6 de abril la cadena TNT organizó en el Hammerstein Ballroom de Nueva York un evento bautizado An All-Star Tribute to Johnny Cash, el segundo de una serie de conciertos llamada TNT Master Series. Su mujer, June Carter, sus camaradas y compañeros en los Highwaymen Kris Kristofferson y Willie Nelson o Bruce Springsteen fueron algunas de las estrellas que le rindieron pleitesía. Pero el momento más emotivo, que nadie esperaba porque se mantuvo en secreto hasta el último momento, fue la aparición del propio Cash, visiblemente desmejorado, en la que era su primera actuación en más de año y medio. Aquel día Bob Dylan estaba de gira por España. Y aunque había actuado en Málaga pocas horas antes, no quiso perderse el homenaje a su amigo. Presentado por el actor Jon Voight, Dylan disculpó su ausencia física y le dio las gracias a Cash en un mensaje grabado por haberle «guardado las espaldas» al principio de su carrera. Después acometió con su banda una maravillosa revisión acústica de Train Of Love. Superado ya el tratamiento de la histoplasmosis que había padecido y visiblemente más flaco, seguía atravesando un momento artístico muy dulce. TNT emitió la gala unos días después, el 17 de abril.

 Superado un oscuro pasado de adicciones y recaídas, Eric Clapton fundó en 1998 el centro de desintoxicación Crossroads, construido en la isla de Antigua, en auguas del Caribe. Al menos a priori, no parece un mal lugar para desengancharse de lo que sea. El 30 de junio de 1999, se organizó un concierto para recaudar fondos para el centro, que desde entonces se ha convertido en anual. Clapton y su banda ejercieron de banda residente y a ellos se sumaron distintos invitados, como Sheryl Crow, Mary J. Blige y Bob Dylan. El evento se celebró en el Madison Square Garden de Nueva York, y fue emitido por la VH1 unas semanas más tarde, el 17 de julio. Dylan interpretó seis temas, cinco de ellos de su cosecha: Don’t Think Twice, It’s All Right; It Takes A Lot To Laugh, It Takes A Train To Cry; Born In Time; Leopard Skin Pillbox Hat; Not Dark Yet; y el clásico de Robert Johnson (que Clapton también había inmortalizado con Cream) Crossroads. El concierto se editó más tarde en VHS y DVD con el título Eric Clapton & Friends In Concert: A Benefit For The Crossroads Centre At Antigua.

Things Have Changed es una de esas joyas crepusculares que mantienen a Bob Dylan más que vigente ya en pleno siglo XXI. En realidad, Dylan grabó la canción a mediados de 1999, después de aceptar el encargo del director Curtis Hanson de componer una pieza para la banda sonora de su película Wonder Boys, protagonizada por Michael Douglas y Toby Maguire, y estrenada en España con el título de Jóvenes Prodigiosos. El tema le valió a Dylan el Globo de Oro y el Óscar a la mejor composición original, aunque solo lo interpretó en la segunda de esas galas, celebrada el 25 de marzo de 2001 en el Shrine Auditorium de Los Ángeles. Lo hizo además vía satélite desde Australia, donde se encontraba de gira una vez más. De su discurso de agradecimiento hablaré, como del de otros galardones, en una futura entrada.

 El 27 de febrero de 2002 Bob Dylan se presentó en la 44ª ceremonia de entrega de los premios Grammy con otra obra maestra bajo el brazo, su álbum «Love & Theft», publicado el mismo día en que el mundo dejó de girar, atónito, mientras Al Qaeda llevaba a cabo el mayor ataque terrorista de la Historia en Nueva York y Washington. Las gala se celebró en el Staples Center de Los Ángeles, el nuevo hogar de unos Lakers capitaneados entonces por Shaquille O’Neal y Kobe Bryant. Esta vez Dylan se llevó solo uno de los tres premios a los que aspiraba, el de mejor disco contemporáneo de folk. Los otros dos, álbum del año y mejor interpretación masculina de rock por el single Honest With Me, recayeron en T-Bone Burnett y Lenny Kravitz. Quizá consciente de ello, o tal vez por su innata condición de verso suelto, interpretó la penúltima canción de «Love & Theft», Cry A While.

 Ya acomodado tras el piano y con su voz dando señales ya de un agotamiento que él seguiría ignorando aún bastantes años, Bob Dylan ofreció nada menos que 111 actuaciones a lo largo de 2004. 22 de ellas, del 4 de agosto al 4 de septiembre, fueron en pequeños estadios de las Ligas Menores de béisbol acompañado por Willie Nelson y su banda. Apenas tres meses antes de salir juntos a la carretera, el 5 de mayo, Nelson había grabado en el teatro Wiltern de Los Ángeles su álbum en directo Outlaws and Angels, donde Dylan se le unió para cantar You Win Again, un viejo clásico de Hank Williams. Por alguna razón (quizá lo maltrecha que estaba la garganta de nuestro hombre, lo que afecta, y mucho, a su interpretación), el tema se quedó fuera del cedé, aunque sí fue incluido en el DVD posterior, basado en la emisión por cable que pudo verse en la cadena USA el 21 de septiembre.

(continuará)

Bob Dylan en la tele: actuaciones 1986-1993 (II)

 

 

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 Desde una óptica televisiva, 1986 fue un año intenso para Bob Dylan, más aún que el anterior. Comenzó el 20 de enero con un especial de la NBC grabado en Washington en homenaje a Martin Luther King, donde Dylan coincidió con Stevie Wonder (con cuya banda hizo una vigorosa lectura de I Shall Be Released) y Peter, Paul & Mary, cuya versión de Blowin’ In The Wind le había proporcionado su primer éxito como autor en 1963, por lo que era obligado volver sobre ella aquella noche.

 Por otro lado, el éxito del primer Farm Aid había prendido la mecha que llevó a nuestro hombre a salir de gira por medio mundo con Tom Petty & The Heartbreakers. Durante el tramo australiano del llamado True Confessions Tour se grabó un especial televisivo para la HBO con extractos de los conciertos del 24 y 25 de febrero de 1986 en Sidney. Titulado Hard To Handle, lo editó posteriormente Virgin en formato VHS y CBS en laserdisc.

 El 6 junio de aquel mismo año, los mismos protagonistas participaron en un concierto a beneficio de Amnistía Internacional organizado en el Forum de Los Ángeles, el recinto en que los Lakers de Pat Riley, uno de los equipos más legendarios en la historia de la NBA, habían patentado su showtime de la mano de  Magic Johnson, James Worthy o Kareem Abdul-Jabbar. Las cámaras de la recién nacida MTV recogieron parte de aquella actuación, en la que quedó patente un creciente nivel de entendimiento y sintonía entre Dylan y la que se había convertido de facto en su nueva banda de directo.

 Aunque la segunda edición del Farm Aid se celebró el 4 de julio de 1986 en Manor, Texas, a dos horas escasas del lugar en que nació uno de sus promotores, Willie Nelson, la magia de la televisión permitió hacerle un pequeño guiño al mastodóntico Live Aid del año anterior: durante el concierto de Dylan, Petty y los Heartbreakers, se conectó vía satélite con Buffalo, Nueva York, donde paraba ese día el True Confessions Tour. En aquel tramo de verano se habían sumado a la gira los Grateful Dead, cuya actuación también formó parte del evento benéfico.

 Apenas un mes después, el 5 de agosto, Dylan y Petty recalaban en Mountain View, California, penúltima parada de aquella gira conjunta que al año siguiente tuvo su continuación en el Temples In Flames Tour, esta vez por tierras europeas. Y aquí es preciso que nos detengamos a hacer un poco de historia para no acabar más descolocados de lo estrictamente necesario. En enero de 1986, Carolyn Dennis, una de las Queens Of Rythm, la banda de coristas que también formaba parte del espectáculo, había dado a luz en secreto a Desirée, la hija más joven de Dylan. Y, aunque prácticamente nadie lo sabía tampoco, ambos artistas se habían casado en junio. Dennis llevaba cantando con su flamante esposo desde finales de la década anterior. Su nombre aparece ya en los créditos de Slow Train Coming, el primero de los discos cristianos de Dylan. Su contribución espiritual admite tan pocas dudas como la meramente musical. Al rodearse de un coro gospel, la estrella estaba alimentándose en los dos sentidos. Sin embargo, son muchos los que afirman que a pesar de su evangelización, Dylan no renunció jamás a sus raíces judías. Para algunos,  de hecho, más que un cristiano converso, era lo que se conoce como un judío mesiánico. Y hay incluso quien ha llegado a sostener, como su antiguo asistente, David Kelly, que el artista fue presionado por los altos ejecutivos de su sello discográfico, Columbia Records, para abrazar de nuevo el judaísmo, bajo amenaza de no ver publicado su siguiente trabajo. El caso es que, un lustro después de Shot Of Love, el álbum que cerró la etapa en que Jesús se erigió en principal protagonista de sus canciones,  Bob  Dylan había vuelto a acercarse a la religión de sus padres. Solo así cabe entender su siguiente aparición televisiva (y algunas otras posteriores aún más llamativas). El mismo día en que Dylan actuaba con Petty y los Dead en Mountain View, la Chabad, una influyente organización judía ortoxa surgida en Brooklyn, celebraba su séptimo telemaratón anual, con el que recaudaba fondos para la comunidad hebrea. La sorpresa fue mayúscula cuando el conductor de la gala presentó a su «amigo y leyenda de nuestro tiempo, el único e irrepetible» Bob Dylan y dio paso a una grabación en la que este aparecía respaldado una vez más por Petty y sus Heartbreakers para interpretar Thank God, éxito póstumo de su admirado Hank Williams allá por 1955.

 El 12 de marzo de 1987 se celebró en Nueva York The Gershwin Gala, un homenaje a los hermanos George e Ira Gershwin, compositor y letrista, respectivamente, de la época dorada de Broadway. Conocido estudioso de los estilos y figuras que lo han precedido en la música popular, Bob Dylan se dejó ver sobre el escenario, esta vez solo con su guitarra acústica, para interpretar Soon, canción escrita en 1927 para el musical Strike Up The Band. PBS emitió el 26 de noviembre y el 4 de diciembre de aquel año un programa especial en dos partes, en el que se incluyó aquella actuación. 

 La siguiente aparición televisiva estrictamente musical de Bob Dylan fue bastante más estrafalaria: el 24 de septiembre de 1989 volvió a actuar en el Chabad Telethon emitido desde los estudios de la KCOP TV en Los Ángeles. Esta vez lució la kipá sobre el propio escenario del programa, y estuvo acompañado de su yerno, el cantautor Peter Himmelman, marido de su hija adptiva Maria, y del actor Harry Dean Stanton. El trío interpretó tres canciones: Einsleipt Mein Kind Dein Eigalach, una canción hebrea en la que Dylan alternó (con no excesiva brillantez) una flauta travesera y una dulce; el clásico Hava Nagilah, habitual en toda celebración judía, en la que se pasó a la armónica; y, por alguna extraña razón que permanece oculta hasta nuestros días, intercaló entre ambas una lectura impagable de la ranchera Adelita, donde también se atrevió a cantar. En español: «la ‘seguería’ por ‘tiera’ e por maaaar… ‘se’ por mar en un buque de ‘guera’, ‘se’ por ‘tiera’ en un tren militar». Hay que verlo para creerlo.

  No eran los años más prolíficos de su carrera. Prueba de ello es que la industria y buena parte del público lo consideraban ya parte del pasado. En ese contexto recibió, meses antes de cumplir 50 años, un Grammy honorífico por toda su trayectoria. La ceremonia se celebró el 20 de febrero de 1991 en el Radio City Music Hall de Nueva York. Bob Dylan recibió el galardón de manos de Jack Nicholson, reconocido admirador suyo pero con escasa puntería a la hora de presentarlo, ya que también había sido el encargado de hacerlo en su desastroso paso por el Live Aid de 1985. La misma noche en que se iniciaba la primera invasión estadounidense de Irak, dentro de la Guerra del Golfo, Dylan interpretó en la gala una versión tan contundente como roma de su clásico antibelicista Masters Of War. De su discurso de agradecimiento, cuando Nicholson le entregó el premio, me ocupé en esta otra entrada del blog.

 Su aparición en el telemaratón de la Chabad el 15 de septiembre de aquel año fue mucho peor todavía. Dylan se limitó a acompañar con la guitarra al cantautor y humorista Kinky Friedman en su tema Sold American. Esta vez lucía gafas oscuras y un sombrero que no dejó ver su kipá hasta el final de su actuación. Resulta difícil entender qué pintaba en el evento todo un Bob Dylan con un perfil tan bajo… y tocando acordes sin ningún sentido, como si no hubiese escuchado la canción de Friedman ni una sola vez antes de ese momento.

 1991 nos dejó además la primera actuación televisada de Bob Dylan en España, en el Festival Leyendas de la Guitarra. Fue el 17 octubre en el auditorio sevillano de La Cartuja. Y, como casi todo lo que tuvo que ver con la Exposición Universal del año siguiente, resultó algo excesivo. ¿Qué pintaba Dylan en un encuentro de virtuosos del instrumento como Paco de Lucía, BB King o Phil Manzanera? Claro que también formaban parte del cartel Joe Cocker o Miguel Bosé, a quienes no he visto empuñar una guitarra en mi vida… Retransmitido por La2 (entonces aún TVE2) con los comentarios de Tomás Fernando Flores, Dylan interpretó un set irregular compuesto por All Along The Watchtower, Boots Of Spanish Leather, una versión del Across The Borderline de Ry Cooder en la que estuvo acompañado por Richard Thompson, y otro cover habitual en su repertorio de la época, Answer Me, My Love, del alemán Gerhard Winkler. Luego dio paso a Keith Richards y lo acompañó en Shake, Rattle & Roll. Con ambos repartiéndose las estrofas y Richards bastante más sobrio que la última vez que habían coincidido, cuando lo del Live Aid, la revisión del clásico de Jesse Stone fue lo mejor (o lo menos mediocre) de aquella experiencia.

 Ya en 1992, el 18 de enero se celebró en Nueva York una fiesta por el décimo aniversario del Late Night with Letterman. El prestigioso presentador de la NBC, que hizo de maestro de ceremonias del concierto (retransmitido el 6 de febrero para todo el país), consiguió reunir una banda de lujo. Recibido con una gran ovación y algo menos ausente que de costumbre, Dylan defendió con dignidad su tema más imperecedero, Like A Rolling Stone acompañado por buenos amigos como Jim Keltner en la batería; Chrissie Hynde a la guitarra; Roseanne Cash y Emmylou Harris como coristas y Carole King al piano.

 Ese mismo año Columbia Records decidió conmemorar el trigésimo aniversario del primer álbum de Bob Dylan con The 30th Anniversary Concert Celebration, un macroevento celebrado en el Madison Square Garden el 16 de octubre. Le dediqué una entrada en el blog a lo que ocurrió aquella noche fuera del escenario, así que ahora me ceñiré a lo que pudieron ver los telespectadores de Bob Dylan, actuó después de un sinfin de estrellas (De Stevie Wonder a Lou Reed, de Eric Clapton a Tom Petty, pasando por Neil Young, George Harrison, Johnny Cash, Willie Nelson, Eddie Vedder o Tracy Chapman) que le rindieron pleitesía recreando sus canciones durante cinco horas. Presentado por Harrison, Dylan interpretó en solitario y con oficio Song To Woody e It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding), para que a continuación se le sumasen los más cercanos de sus colegas presentes en una irrepetible versión de My Back Pages y, más tarde, el resto en un horrendo arreglo de Knockin’ On Heaven’s Door, donde se perdió toda la magia creada solo unos minutos antes. Por suerte el público pidió más y, de nuevo en solitario (aunque para entonces las televisiones ya habían cortado la señal, puso el broche con una sentida Girl From The North Country. Medio mundo pudo verlo en directo vía satélite. En España tuvimos que conformarnos con la retransmisión radiofónica de Carlos Finaly y Carlos Herrera en Cadena 100, y con una emisión en Tele 5 varios meses más tarde. 

 El 20 de enero de 1993, Bob Dylan realizó una actuación excepcional (más por el contexto que por el nivel de su interpretación en sí), de la que fueron testigos directos espectadores de medio mundo. Ese día se celebró la primera toma de posesión del Bill Clinton, cuadragésimo segundo presidente de los Estados Unidos de América. Como otros inquilinos anteriores o posteriores de la Casa Blanca (entre los que cabe destacar a Jimmy Carter o Barack Obama), Clinton es un gran admirador de Dylan, a quien invitó a tocar un viejo tema, Chimes Of Freedom, en el National Mall de Washington.  A diferencia de otros artistas como Bruce Springsteen, Dylan jamás ha manifestado en público tener más simpatías por demócratas o republicanos. En aquella ocasión se prestó a compartir escenario con Aretha FranklinDiana RossMichael Jackson o Tony Bennett, entre otros.

 Estoy convencido de que a Dylan le costó menos acudir al concierto de celebración del 60 cumpleaños de Willie Nelson que al organizado por Columbia meses antes en Nueva York para homenajearlo a él mismo. El evento se bautizó The Big Six-O y se grabó en los estudios de la KRLU-TV en Austin, Texas entre el 27 y el 28 abril. La CBS lo emitió para todo el país y más tarde fue comercializado. Dylan interpretó tres canciones, todas ajenas. Hard Times, de Stephen Foster, que formaba parte de su último álbum hasta la fecha, Good As I Been To You; Pancho & Lefty, de Townes Van Zandt y Heartland, de Steve Dorff y John Bettis. Las dos últimas las cantó a dúo con Nelson. Heartland fue descartada para el DVD y laserdisc en que se comercializó el concierto.

 No hay dos sin tres, y menos si la dicha es buena. Así que el 18 de noviembre de 1993 David Letterman volvió a invitar a Bob Dylan a su programa, que aquel verano se había mudado a la CBS. Uno de los invitados del Late Show aquella noche, el cómico escocés Billy Connolly llegó a darle las gracias a Letterman por haber mencionado su nombre y el de Dylan en la misma frase. Para entonces daba la sensación de que el músico de Duluth, Minnesota, emergía una vez más de sus cenizas y ya no era solo otro dinosaurio amortizado. Este brindó al público y a los siete millones de espectadores que cada noche reunía el espacio ante el televisor una memorable revisión acústica de su clásico Forever Young.

 

Bob Dylan en la tele: actuaciones 1962-1985 (I)

Bob Dylan On The Ed Sullivan Show

Robert Zimmerman mantiene rencillas con los medios de comunicación casi desde que dio a luz a Bob Dylan. En efecto, cuando la prensa rascó un poquito y comprobó que la biografía del joven cantautor era, en buena medida, una farsa (nada de orfandad, nada de haber cruzado el país como polizón en trenes de carga o haciendo autostop, nada de haberse enrolado en un circo antes de cumplir los trece años de edad), Zimmerman (desde entonces en la piel de Dylan) le declaró la guerra. Una never ending war que daría para otra serie de entradas en este blog (se han escrito, de hecho, libros muy interesantes), pero que tendrán que quedar para otra ocasión porque de lo que me apetece hablar hoy es de las excepciones. De las veces en que Dylan ha consentido o le ha apetecido dejarse ver en el más masivo de los medios: la televisión. Y que son, por cierto, bastantes más de las cabría imaginar a tenor de lo anterior, si tenemos en cuenta actuaciones, entrevistas, cameos y otras apariciones recogidas por la pequeña pantalla en los últimos sesenta años. Lógicamente, lo que más le hemos visto hacer a Bob Dylan ante una cámara de televisión es cantar y tocar. Por eso primero voy a hacer memoria en este sentido, y dejar para otro día sus comparecencias extramusicales.

 No deja de ser una curiosidad que su primera vez en la tele fuese en Inglaterra: el domingo 13 de enero de 1963, los espectadores de la BBC pudieron ver a un jovencísimo Bob Dylan formando parte del elenco de una obra de teatro titulada The Madhouse on Castle Street. Su personaje interpretaba una serie de canciones que iban apuntalando la acción. Por desgracia, la cadena pública británica destruyó la única copia cinco años más tarde, por lo que a día de hoy solo podemos escuchar algunos fragmentos de audio.

 El 3 Marzo del mismo año, Dylan, todavía un desconocido para el gran público, hace su primera aparición en la televisión estadounidense. Durante un especial de la cadena  Westinghouse (que acabaría siendo absorbida por la CBS) titulado Folk Songs and More Folk Songs interpretó Blowin’ In The Wind, tema que aún no había visto la luz ni en la versión de su segundo álbum, The Freewheelin’, ni en la de Peter, Paul & Mary, los primeros en llevarlo a las listas de éxito.

 Doce meses después el panorama era otro bien distinto. Cuando el 25 de febrero de 1964 se presentó en el Steve Allen Show de la NBC, Dylan era ya el gran valor emergente de la canción de autor norteamericana. Más aún después de su espantada del Ed Sullivan Show el 12 de mayo del año anterior, cuando un alto ejecutivo de la CBS vetó la canción que pensaba interpretar, la satírica Talkin’ John Birch Paranoid Blues, y exigió cambiarla por otra. Dylan se negó y dejó plantado a Sullivan. Y eso que Columbia era su sello discográfico. Con Steve Allen se tomó la revancha: le concedió su primera (y breve) entrevista televisada, además de cantar una de sus más célebres murder ballads: The Lonesome Death Of Hattie Carroll.

 Apenas unos días después, el 10 de marzo de 1964, se emitió el último capítulo de Quest, un espacio de entretenimiento de la CBC canadiense que se filmó en Toronto con Dylan como protagonista único. Allí tocó, entre otras piezas originales, el blues hablado dedicado a la ultraconservadora John Birch Society, el mismo que le habían censurado en el programa de Sullivan el año anterior.

 Pocas semanas más tarde, Dylan regresó al Reino Unido para actuar en BBC Tonight. Según la base de datos de la cadena, la grabación se produjo el 12 de mayo de 1964; de acuerdo con iMBD, se emitió cinco días después, el 17 de mayo. Al menos se conservan un par de minutos de With God On Our Side.

 Llegamos a 1965, el año de la electrificación, todo un punto de inflexión en su carrera. Un poquito antes de agarrar la stratocaster, el 17 de febrero, Dylan se pasa por los estudios de la ABC en Nueva York para aparecer en el Les Crane Show. Como ocurre con su debut en la BBC, solo se conservan los archivos de audio, que revelan un Dylan mucho menos tímido que en el programa de Steve Allen, y las primeras interpretaciones de dos de sus clásicos de la época: It’s All Over Now, Baby Blue e It’s Alright Ma (I’m Only Bleeding).

 Tras mudar nuevamente de piel, Bob Dylan acude al auditorio Ryman de Nashville el primero de mayo de 1969 para actuar en el Johnny Cash Show. Robert Zimmerman ha decidido convertir su criatura en un crooner country de pelo bien cortado y voz cristalina. Pese a comparecer apadrinado por el gigante del género, que llevaba años defendiéndolo en público y grabando canciones suyas con éxito incontestable, la imagen de Dylan es la de un muchacho intimidado y retraído, que aún así sale airoso de explorar su nuevo material. Su actuación se emite el 7 de junio, de nuevo en la ABC, y el momento culminante es el dueto de Dylan y Cash en Girl From The North Country.

 A partir de ese momento, ver a Bob Dylan en televisión pasa a convertirse en algo realmente excepcional. Una de sus apariciones menos conocidas data de 1972, cuando la cadena pública estadounidense PBS emitió el documental Earl Scruggs: Old Time Music At Its Greatest, dirigido por David Hoffmann, grabado el año anterior y conocido también como The Bluegrass Legend: Family & Friends. Dylan aparece tomando parte junto a la leyenda del banjo en alguna de las jam sessions que muestra la película.

 Ya en 1975, Dylan volvió a dejarse ver para los espectadores de la PBS en el programa dedicado a John Hammond, el hombre que lo descubrió tocando en los clubs de folk del Greenwich Village neoyorquino, le abrió la puerta de la CBS y produjo sus primeros discos. El especial The World Of John Hammond se grabó el 10 de septiembre en Chicago y se emitió por la pequeña pantalla el 13 de diciembre, en plena gira de la Rolling Thunder Revue y pocos días antes de la publicación del ábum Desire. Dylan interpretó canciones tanto de ese como de su disco anterior, Blood On The Tracks.

 Precisamente el éxito de la Rolling Thunder, con la que Dylan recorrió el nordeste de su país y parte de Canadá, le llevó a embarcarse en una segunda parte por los estados del sur en la primavera de 1976. La NBC decidió filmar el concierto del 23 de mayo en Fort Collins, Colorado, para luego emitir una selección de temas el 14 de septiembre, al día siguiente de la publicación del álbum Hard Rain, basado en la misma actuación.

 El 20 de octubre de 1979, Bob Dylan acudió a uno de los programas más célebres y longevos de la televisión de su país, el Saturday Night Live de la NBC, tras haber mutado de nuevo desde el punto de vista artístico. Recién estrenada su fe cristiana, y en plena efervescencia del movimiento punk, Dylan había decidido teñir sus nuevas composiciones de religiosidad. Algunos apuntaron que incluso de cierto integrismo. A él, como siempre, le dio lo mismo. Se presentó en el espacio más mordaz, sarcástico y políticamente incorrecto de la parrilla catódica norteamericana para cantarle a Aquel a quien había decidido seguir. Acompañado de una fabulosa banda (Fred Tackett, Tim Drummond, Jim Keltner…), dicho sea de paso.

 El fervor evangelizador de Bob Dylan se mantenía intacto cuando el 27 de febrero de 1980 actuó por primera vez en la gala de entrega de los premios Grammy, retransmitida en directo por la CBS. Nominado a la mejor interpretación vocal masculina de rock por Gotta Serve Somebody, de su álbum Slow Train Coming, Dylan apareció en el escenario de rigurosa etiqueta y acompañado por los mismos músicos que en SNL, más un grupo de coristas entre las que estaba Carolyn Dennis, con quien acabría casándose en secreto y engendrando a su hija Desirée. En las páginas de Trouble In Mind, su ensayo sobre aquella etapa del artista, el biógrafo Clinton Heylin explica que Dylan se molestó mucho cuando alguien de producción deslizó durante los ensayos que la canción era demasiado larga (en el disco dura casi cinco minutos y medio) para un programa en prime time, y le sugirió obviar alguna de las estrofas. Él no solo se negó, sino que, llegado el momento, extrajo del bolsillo de su esmoquin una armónica con la que atacó un solo completamente fuera de guion, tras el que estiró la coda final repitiendo una y otra vez eso de que «puedes elegir al diablo o al Señor, pero has de servir a alguien». Por si a alguien no le había quedado claro qué es lo que había ido a hacer al Shrine Auditorium de Los Ángeles. 

 Los ochenta están considerados la década perdida de Bob Dylan, el momento en que su carrera alcanzó sus cotas más bajas. Ciñéndonos a sus apariciones televisivas, ese rumbo errático nos dejó momentos impagables. Y uno de ellos (varios en realidad) se produjeron el 22 de marzo de 1984, cuando acudió al Late Night with David Letterman de la NBC. En teoría, la actuación de Dylan formaba parte de la promoción del que entonces era su disco más reciente, el notable Infidels. El propio presentador mostró a cámara la portada del álbum antes de presentarlo como una leyenda a la que se sentía honrado de recibir en su programa… Fue entonces cuando Dylan decidió improvisar y tocar un tema que ni formaba parte de Infidels, ni había interpretado jamás, ni ha vuelto a tocar desde entonces: una versión del blues Don’t Start Me Talkin’ de Sonny Boy Williamson. Para más inri, acompañado de un estrafalario trío de punk latino, The Plugz, a quienes había conocido en Los Angeles cuando buscaba figurantes para uno de sus últimos videoclips. Salvador Dalí habría estado en su salsa rodeado de tanto surrealismo. Pero aquello fue solo el principio. Cuando David Letterman le preguntó a Dylan si se quedaban para tocar alguna canción más a lo largo del programa (naturalemente un puro formalismo, esas cosas están pactadas de antemano) el músico pareció descolocado y tardó unos eternos segundos en acceder, mostrándose dubitativo. Al menos, License To Kill y Jokerman, las otras dos canciones de aquella actuación, sí pertenecían a su último trabajo. Pero también hubo sorpresas. En el tempo de la primera, una balada que The Plugz convirtieron casi en anfetamínica. Y sobre todo en el caos desatado con la segunda, cuya estructura la banda no tenía bien asimilada, obviamente por falta de ensayo. En efecto, Dylan acudió a un espacio de máxima audiencia para promocionar su disco… acompañado de músicos que no se sabían sus canciones. Pero él tampoco se quedó atrás, y a los tres minutos de canción se le ocurrió improvisar otro de sus solos de armónica, por lo que no dudó en quitarse la guitarra de encima y dar la espalda a la cámara mientras se alejaba en busca del otro instrumento, para desesperación del equipo de realización, que debió de cagarse al completo en su estampa. La cosa ni siquiera acabó ahí, no crean: la armónica que Dylan cogió estaba en el tono equivocado, cosa que no advirtió hasta que empezó a soplarla sobre el micro… Así que vuelta a empezar. Con los Plugz aguantando el tipo como podían ante la mirada atónita de millones de espectadores, el tío Bob dio de nuevo la espalda al objetivo y la cambió, por fin, por la armónica correcta. Y aquí es donde se produce el milagro. Pese a tamaña sucesión de imprecisiones, descuidos y errores de bulto, la actuación de Dylan y su insólitos escuderos ocasionales fue un éxito rotundo. Un maravilloso caos en tres actos.

 Lo del Live Aid también fue un caos, pero mucho más desagradable de ver. Y eso que empezó de manera prometedora, con Jack Nicholson diciendo aquello de «algunos artistas hablan por sí mismos, pero algunos hablan en nombre de toda una generación. Es para mí un honor inmenso presentarles a una de las grandes voces de la libertad de América. Solo puede tratarse de un hombre: ¡el trascendente Bob Dylan!» Lo siguiente que vieron cientos de millones de espectadores de todo el mundo que aquel 13 de julio de 1985 seguían la retransmisión simultánea del macrofestival benéfico organizado por Bob Geldof en Londres y Philadelphia fue al bardo de Minnesota presentar a los dos tipos que le acompañaban, nada menos que Keith Richards y Ron Wood. Pero a partir de ahí todo fue un completo desastre, que se pudo intuir cuando, tras requerir la presencia sobre el escenario de los dos stones, un sudoroso Dylan miró a un lado y a otro y añadió: «no sé dónde se han metido…» Habría sido mejor que no hubiesen aparecido, porque su nivel de intoxicación era directamente proporcional al de los problemas técnicos desatados al pretender montar el escenario para la traca final conjunta de todos los artistas justo detrás del telón ante el que Dylan, Richards y Wood debían acometer una delicada actuación acústica. Sumémosle lo de siempre: que, según Ronnie, Bob decidió a última hora cambiar el set que habían ensayado. Y que lo de ensayado es solo una forma de hablar, porque las cintas piratas que se conservan del encuentro que mantuvieron la víspera son otro despropósito mayúsculo. Oh, pero no acabó ahí la controversia. Antes de iniciar The Ballad Of Hollis Brown, Bob Dylan volvió a hacerlo. El tipo que lleva décadas sin dirigirse al público entre canción y canción, el mismo que apenas saluda al terminar sus actuaciones, tuvo a bien sugerir que tal vez «uno o dos millones» de los que se estaban recaudando aquel día para ayudar a combatir la hambruna en Etiopía podían destinarse a los granjeros estadounidenses, que entonces atravesaban una profunda crisis y a duras penas podían pagar sus hipotecas. Claro que entre morir de hambre y estar en riesgo de deshaucio existían algunas diferencias. De hecho, en la edición oficial que se comercializó del concierto Hollis Brown fue eliminada (y con ella su controvertida introducción). ¿La guinda? Durante Blowin’ In The Wind a Dylan se le rompió una cuerda de la guitarra, por lo que Wood hubo de prestarle la suya sobre la marcha y salir en busca de otra de repuesto. Delante de apenas cien mil personas que abarrotaban el estadio John F. Kenneddy de Philly, y de una audiencia global estimada en casi dos mil millones, el 40 por ciento de la población mundial… Como para no sudar. 

 Dylan se equivocó en las formas pero no en el fondo. Es decir, no venía a cuento hablar de la crisis del sector primario de la primera potencia económica mundial en un evento pensado para salvar a los más parias entre los parias de la tierra. Pero eso no quitaba para poder hacer algo también por aquellos pobres rancheros. Así que sus amigos Neil Young, Willie Nelson y John Mellencamp decidieron recoger el guante y organizar el 22 deptiembre de aquel mismo año en Champaign, Illinois, la primera edición del Farm Aid, festival que, a diferencia del que lo inspiró, ha seguido celebrándose cada año hasta nuestros días. Por la parte que nos toca, aquella actuación marcó el inicio de la asociación entre Bob Dylan y Tom Petty & The Heartbreakers. Cómo llegaron a compartir escenario mis dos artistas favoritos de todos los tiempos lo expliqué en la entrada que le dediqué hace algunos meses al que fue mánager de ambos durante algún tiempo, Elliot Roberts.

(continuará)

 

 

 

Agárrate fuerte a mí… Carmelita

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Negar la evidencia es quizá el más absurdo de los comportamientos humanos. No me consta que fuese el caso de Enrique Urquijo, de cuya muerte acaban de cumplirse 20 años ya. Pero resulta que en la que pasa por ser su biografía autorizada, Adiós Tristeza, de Miguel Ángel Bargueño, se define Agárrate a mí, María ya no como «su última gran composición», sino como la que describe su propia vida de una manera más «explícita y descarnada». Y por ahí no voy a pasar, amigos. Porque la canción no es suya. Reconocer que se trata de una versión admite tan poca discusión como decir que Miña Terra Galega de Siniestro Total es también un (fantástico y retranqueiro) cover del Sweet Home Alabama de Lynyrd Skynyrd, donde el cielo pasa de azul a gris, la lluvia es arte y Dios se echó a descansar. Pero hoy me he levantado empírico, así que podemos empezar por escuchar lo que ya es un clásico de Los Secretos (una cosa no tiene que ver con la otra)

Les quedó muy bonita, es verdad. Aunque, puestos a elegir una interpretación en castellano, me quedo con la de Antonio Vega (que en cierto modo era casi más hermano de Enrique que el propio Álvaro Urquijo) para el disco de homenaje al autor de Colgado, La Calle del Olvido o Pero A Tu Lado (estas sí son suyas, qué duda cabe).


Vale. La canción va por el libro: una melodía hermosa y melancólica de reminiscencias mejicanas, una historia cargada de dramatismo sobre alguien en problemas, y esa llamada de auxilio/consuelo/refugio del estribillo en el que el protagonista le pide a María que lo estreche entre sus brazos. Los Secretos grabaron Agárrate A Mí, María básicamente para que hasta sus seguidores más acérrimos se gastasen los cuartos en su álbum Grandes Éxitos (1996). Una práctica habitual, la de añadir material inédito a los recopilatorios, inventada (como casi todo) por Bob Dylan. La jugada salió rentable: 450.000 copias despachadas. Eran otros tiempos… También la canción en sí se había compuesto en otro tiempo. En concreto allá por 1972, cuando Warren Zevon trataba todavía de abrirse camino en la música y se la cedió a Murray McLauchlan, que fue el primero en grabarla, para su álbum de debut. María entonces se llamaba Carmelita.

 

¿Qué cuenta la letra? Pues la historia de un yonqui metido en líos, que deambula por Los Ángeles con un mono como un piano de cola. A su chica, para más inri, le acaban de cortar el grifo del subsidio. En el estribillo, él le pide a ella que lo abrace lo más fuerte que pueda. ¿Os suena de algo? Cuando a Enrique Urquijo le dio por homenajear a su hija María, que tenía menos de dos años, de Carmelita circulaba ya un buen número de lecturas. Entre ellas, la de su verdadero autor, que la despachó allá por 1976.

Si uno atiende a los gustos estéticos y musicales de los hermanos Urquijo a lo largo de su carrera al frente de Los Secretos, sería fácil apostar a que fue la Carmelita de Linda Rondstat la que cautivó a Enrique. En Simple Dreams (1977), su octavo álbum de estudio, la chica de Tucson, Arizona revisitó dos canciones de Warren Zevon, entre ellas la que nos ocupa:

A mí me gusta mucho más una versión posterior, aunque todavía anterior a Agárrate A Mí, María: la que registraron en 1992 dos capos como Flaco Jiménez y Dwight Yoakam.

 

Pero la que rompió el molde fue la de Willy DeVille, que la cantaba como si conociese a Carmelita en persona. Como si fuese la misma chica colgada que había inspirado su Mixed Up, Shook Up Girl:

El hecho de que Enrique Urquijo convirtiese a Carmelita en María, su propia hija, multiplica el impacto emocional de su versión, es un tanto a su favor indiscutible. Pero creo que nunca debió firmar el tema como propio en los créditos del disco. Entre otras cosas, porque para entonces Warren Zevon no era quizá una superestrella pero sí un músico reconocido. Un artista al que, por lo que cuenta el maestro Diego A. Manrique, Enrique admiraba. Y los artistas, Zevon, Urquijo, todos ellos, merecen respeto. Estoy seguro de que, allá arriba, ya lo han solucionado entre ellos. Y hasta de que coinciden en que Antonio y Willy la cantaban mejor.

Los mitos también lloran

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Tres iconos para explicar un vídeo maravilloso.
Uno: George Jones, leyenda de la música country, conocido popularmente como el «mejor cantante vivo» del género hasta su muerte, en 2013. «Cualquiera capaz de lograr su sonido ideal sonaría como George», dijo una vez Waylon Jennings.
Dos: El Grand Ole Opry, un programa musical de radio en directo por el que desde 1925 han venido pasando semanalmente todas las figuras de la música tradicional americana, desde Hank Williams a Old Crow Medicine Show.
Y tres: Vince Gill, ganador de 21 premios Grammy, con más de 25 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera.

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Vamos ahora con la historia: abril de 2013. El Opry acoge lo que los americanos llaman un memorial service, es decir, un funeral no religioso (aunque no ajeno a los mensajes religiosos porque hablando de country eso sería imposible) en homenaje a George Jones. Vince Gill y Patty Loveless la dedican a dúo el espiritual «Go rest high on that mountain», un tema escrito por Gill e incluido en su álbum When Love Finds You. En un momento dado, Vince se echa a llorar sobre el escenario. Desconsoladamente, como un niño pequeño. Lo nunca visto. La voz con la que todos han querido grabar alguna vez se ha roto en mil pedazos al segundo estribillo. Pero la música no cesa, el artista se recompone como puede y habla a través de su guitarra acústica, de la que logra extraer un solo maravilloso mientras sus lágrimas corren aún por sus mejillas. Justo al final, haciendo un esfuerzo titánico, consigue volver a unir su voz a la de Loveless. Merece la pena que lo veáis. Son apenas cuatro minutos tras los que vuestras vidas serán un poco mejores, os lo aseguro.

Go rest high on that mountain

I know your life
On earth was troubled
And only you could know the pain.
You weren’t afraid to face the devil,
You were no stranger to the rain.
Go rest high on that mountain
Son, your work on earth is done.
Go to heaven a-shoutin’
Love for the Father and the Son.
Oh, how we cried the day you left us
We gathered round your grave to grieve.
I wish I could see the angels faces
When they hear your sweet voice sing.
Go rest high on that mountain
Son, your work on earth is done.
Go to heaven a-shoutin’
Love for the Father and the Son.

Agárrame, mi vida

Bob Dylan - Hammersmith Apollo, London, 24 Nov 2003 –Crystal Cat- (CD & Covers)

Sucedió aquella fría noche de finales noviembre del 2003 en Londres. Justo en aquel tramo de gira en el que tuvo que reclutar de urgencia a Freddy Koella, el guitarrista francés de la banda de Willy Deville (qepd), porque Charlie Sexton no estaba en condiciones (Sexton era entonces un pichabrava incorregible al que el Jefe tuvo que llamar al orden, pero de eso hablaremos en otra ocasión). Aquella noche lo habló con Koella entre bambalinas y a los demás se lo dijo sobre la marcha. Dio tres acordes al piano y se acercó a George Receli, que no sabía qué ritmo marcar en la batería. «Voy a cantar Durango. La que tiene el estribillo en español. Sí, la que nunca hemos hecho juntos, porque hace como 30 años que la toqué por última vez…» Y lo hizo. Se encorvó sobre el micro y dijo eso de «Pimientos picantes bajo el sol abrasador; polvo en mi cara y en mi capa, Magdalena y yo dándonos a la fuga, quizá esta vez consigamos escapar…» Y, cuando fue capaz de reaccionar, el teatro Apollo del barrio de Hammersmith estalló de júbilo. Había vuelto a conseguirlo. El viejo cabrón.

Stanley, el batera tocahuevos

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Hoy toca hablar de mi libro. Bueno, mía es sólo una copia que guardo como un tesoro. Quien lo ha escrito ha sido Warren Zanes. Se titula Petty y es una biografía minuciosa pero ágil, amena pero implacable, del coloso de la música americana que perdimos por sorpresa hace ahora cuatro meses y muchos aún seguimos llorando.

Hay muchos, muchísimos aspectos y episodios que hacen de este libro un texto recomendable para músicos, críticos y aficionados en general. Tom Petty era un rockero puro, obsesionado con hacer buenas canciones y mantener una trayectoria coherente. Centrado al cien por cien en lo estrictamente musical y, al menos en ese sentido, en las antípodas de otros monstruos como David Bowie, que tenía una concepción del arte mucho más global y se apoyaba en distintas disciplinas para expresarse. Una de las cruces con las que Petty cargó durante buena parte de su carrera en su búsqueda de la excelencia fue su relación con Stan Lynch, el primer batería de su banda, The Heartbreakers. Algunos años más joven que sus compañeros y mujeriego empedernido, Lynch se incorporó al grupo gracias a su amistad con el bajista original, Ron Blair. Era un excelente vocalista de apoyo y daba lo mejor de sí en directo, pero en la grabación de Damn The Torpedoes (1979), tuvo sus más y sus menos con el productor Jimmy Iovine, que lo acusaba de no saber mantener a raya el tempo de ciertas canciones. Stan tenía además un carácter muy fuerte, conflictivo según la mayor parte de sus compañeros, y protagonizó la práctica totalidad de los roces e incidentes que se produjeron en el seno de la banda hasta su salida (o expulsión) en 1994.

Aún partiendo de esa base, (y de que soy devoto sin pudor de Bob Dylan) en el libro de Warren Zanes hay un pasaje que desconocía y me ha parecido paradigmático. Los hechos sucedieron el mismo día en que se grabaron estas imágenes, durante el primer ensayo que Dylan fijó con Tom Petty y los Heartbreakers para preparar su actuación conjunta en el festival Farm Aid de 1985.

Aquel día, Dylan se presentó con casi dos horas de retraso. Apenas se excusó y se colgó la guitarra sin haberse quitado siquiera las gafas de sol. Petty era ya una estrella de primerísimo nivel, pero el inmenso respeto que le infundía su nuevo compañero de andanzas impidió cualquier reproche por su parte. El ensayo se desarrolló sin incidencias durante unos 90 minutos, al cabo de los cuales Stan Lynch guardó sus baquetas, se puso la chaqueta, arqueó las cejas a modo de despedida y se dirigió a la salida. «¿Adónde diablos crees que vas?», le preguntó su jefe. «Tengo que marcharme», fue la lacónica respuesta de Stan. «¿¿Adónde exactamente?? ¿¿Adónde TIENES que marcharte, Stanley??», insistió Petty, perplejo y con la sangre que le corría por las venas a punto de ebullición. «Tengo entradas para ver a Sinatra y a Sammy jr. en el Greek Theatre. Si no me largo ahora mismo, llegaré tarde». En opinión de varios testigos, el silencio de los siguientes diez segundos podría haberse esculpido con cincel. Tom Petty estaba siendo desautorizado con alevosía por el miembro más díscolo de su banda. Delante de unas treinta personas. Hasta que se escuchó una voz, casi un susurro. Era la voz inconfundible de Bob Dylan. «¿Frankie y Sammy? Joder, adoro a esos tipos…» Lynch vio el cielo abierto. «¿De veras? Pues tengo dos entradas en tercera fila y mi cita me ha fallado, así que si quieres venir…» «¡Claro! Me apunto», zanjó Dylan. Dos minutos más tarde, ambos salían a toda velocidad en el descapotable biplaza de Stan. La surrealista velada que pasaron juntos en el Greek es mejor que la lean ustedes en la biografía escrita por Zanes.

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Stan Lynch ganó aquella batalla, pero su situación en el seno de los Heartbreakers se fue haciendo cada vez más incómoda para todos, empezando por él mismo. La banda se embarcó en los dos años siguientes en sendas giras con Bob Dylan, con quien disfrutaban tocando y explorando sus límites como intérpretes en directo. Lynch, a quien Dylan solía presentar cada noche como «el mejor batera de los Estados Unidos» quemó el último puente con sus compañeros el día en que se negó a que su principal valedor hasta entonces (y mano derecha del jefe), el guitarrista Mike Campbell, subiese al autobús de gira con su mujer. «No soportaré su puta voz durante diez horas de viaje», le espetó. A pesar de todo, todavía conservó su puesto durante un lustro. El célebre bolo benéfico en The Viper Room, el garito regentado por Johnny Depp, fue el detonante definitivo de su salida. Pero ésa es otra historia que tal vez contemos otro día.