Réquiem por un tipo del Bronx

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De izquierda a derecha: Neil Young, Joni Mitchell y Elliot Roberts en 1985 (foto LA Times)

 Hace unos días murió Elliot Rabinowitz. Neoyorquino del Bronx, cosecha del 43. Uno de tantos chicos judíos cuyas familias llegaron a Norteamérica escapando de los nazis. Uno de tantos hijos de la posguerra hechos a sí mismos en calles sucias, hostiles y mal iluminadas donde reinaba la escasez. Consiguió acabar el instituto, pero pronto comprendió que la universidad no era lo suyo, así que decidió probar suerte como actor. Aunque no mostró dotes para la interpretación, sí supo reinventarse como cazatalentos. Poco después cambió su apellido por el de Roberts.

 Joni Mitchell se convirtió en la primera gran empresa de Elliot tan pronto como escuchó una cinta suya y acudió a verla actuar en Nueva York. Ya con estatus de figura, fue la propia Joni quien le sugirió ocuparse también de la carrera de Neil Young cuando, tras la separación de Buffalo Springfield, este se aventuró como solista. El nombre de Elliot Roberts ha quedado unido de por vida al de estos dos músicos canadienses (Young lo definió más de una vez como «el mejor mánager de todos los tiempos»), pero contribuyó a apuntalar el estrellato de otras muchas promesas (Talking Heads, The Eagles, Tracy Chapman, Jackson Browne…). Y si bien no se trata del capítulo más célebre de su larga trayectoria, creo que también jugó un papel crucial en la que quizá sea mi alianza favorita en la historia del rock, la que Bob Dylan forjó en 1985 con Tom Petty & The Heartbreakers. El propio Roberts lo recordaba así en este fragmento del documental Runnin’ Down Dream (Peter Bogdanovich, 2007):

 Elliot era por aquel entonces el mánager de Dylan, que se había comprometido a tocar en la primera edición del Farm Aid, el festival organizado por John Mellencamp y Willie Nelson en favor de los granjeros acuciados por las deudas. Él mismo había prendido la mecha del evento con una frase no muy afortunada pronunciada durante su errática actuación en el Live Aid del mismo año. El maestro Manrique explica aquel episodio en este artículo.

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Elliot Roberts, David Geffen, Robbie Robertson (The Band) y Bob Dylan en 1974 (foto del blog bobdylan-n-jonimitchell.tumblr.com)

 Roberts y Dylan se habían conocido a mediados de los 70 cuando el segundo se enfadó con Columbia Records y fichó (brevemente) por Asylum, la discográfica fundada por David Geffen, uno de los mentores de Elliot. El caso es que tras el fiasco del Live Aid, donde lo habían acompañado los Stones Keith Richards y Ron Wood (a cuál más drogado) Bob necesitaba una banda… y Elliot conocía una bastante buena. Porque resulta que en aquella época también le echaba una mano a Toni Dimitriades en la oficina de Tom Petty. Sobre todo a raíz de la tortuosa batalla legal contra MCA librada por Petty, que se saldó con un acuerdo millonario gracias a su heroica terquedad sureña. Un buen día, mientras charlaba con Dylan del compromiso del Farm Aid, a Roberts se le ocurrió lo que él mismo consideraba una locura… que valía la pena intentar. Le aseguró a Dylan que conseguiría que los Heartbreakers (entonces con bastante más cartel que el futuro Nobel de Literatura) no solo le acompañasen, sino que también hiciesen de teloneros. «A día de hoy», le dijo Elliot, «Tom no abriría para ningún artista en todo el mundo, pero estoy seguro de que abrirá para ti». Acto seguido levantó el teléfono. El rubio de Gainesvile se mostró entusiasmado con la idea.

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Tom Petty y Elliot Roberts en 2017 (foto de Andy Tennille)

 Tras aquel primer bolo, todavía en los camerinos del Memorial Stadium de la Universidad de Illinois, sede de la edición original del Farm Aid, Dylan se vino arriba y le propuso a Petty salir juntos de gira. Y el resto es historia. Pero nada de lo que vino luego habría sucedido jamás si Elliot Roberts no hubiese tomado la iniciativa. Ni el True Confessions Tour de 1986 ni el Temples In Flames Tour de 1987. Me atrevo a decir que ni siquiera los Traveling Wilburys habrían surgido con tanta espontaneidad apenas un año más tarde. Para que los héroes puedan escribir la Historia hacen falta visionarios que crean en ellos. Muchas gracias por su osadía, señor Roberts. Excelente trabajo. Puede usted descansar en paz.