Mi doble sevillano y los ministros (una historia del Upper East Side)

 

 Acababan de servirme un vino. Y no un vino cualquiera: un excelso Rioja Gran Reserva del 82. Sostenía un canapé de salmón en la otra mano. Y entonces vi que el ministro de Asuntos Exteriores venía derecho hacia mí. No tuve otra opción: engullí el canapé (delicioso) de un bocado, agarré la copa con la izquierda y con la diestra estreché la mano que me tendía sonriente Miguel Ángel Moratinos en persona. En cuanto establecimos contacto físico, tiró de mí hacia abajo (es bastante más bajito que yo) y acercó su boca a mi oído:

-A ver, hombre, ¿qué pasa? Que me han dicho que estás enfadado…

 Se me ocurrían muchos adjetivos para describir cómo me sentía aquella tarde en la recepción que Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, entonces embajador español ante la ONU, ofrecía en su residencia oficial a diplomáticos, políticos y periodistas asistentes a la cumbre de Jefes de Estado que acababa de concluir en las Naciones Unidas. Pero, desde luego, enfadado no era uno  de ellos. Apenas una semana antes, estaba compartiendo el rancho de los militares desplegados en Nueva Orleáns por el huracán Katrina, durmiendo en el asiento del copiloto de un Ford Explorer junto a dos compañeros, y usando por obligación las rebosantes e insalubres letrinas instaladas en Canal street para los que habíamos esquivado la evacuación masiva de la ciudad. Eso Moratinos no lo sabía, claro, pero algo debió de ver en mi expresión, más estupefacta que molesta, porque lo vi vacilar. El embajador Yáñez-Barnuevo, situado justo detrás, acabó de aclarar el entuerto.

-No, ministro. Este caballero no es el corresponsal de El País.

 ¡Pues claro! Sandro. Debí haberlo supuesto. Sandro Pozzi otra vez… 

 Llevaba meses sucediéndonos, en concreto desde que yo había llegado a Nueva York. En el primer acto que cubrí en el Instituto Cervantes, Rosa Molló, de TVE, ya me puso sobre aviso:

 -Madre mía, gallego, cómo te pareces al chico de El País…

 El problema no es que me diese un cierto aire a Pozzi, sevillano a pesar de su apellido. Que fuésemos más o menos de la misma altura y complexión. No. Lo grave del asunto era que llevábamos el mismo peinado, usábamos el mismo tipo de gafas y nos vestíamos de la misma manera (con mucho estilo, se entiende). Yo mismo me quedé acojonado cuando a las pocas semanas coincidimos por primera vez. Pero acabo de ver el perfil actual de Sandro en Linkedin y creo que hoy en día nos pasaría exactamente lo mismo. ¿Por qué estaba enfadado con Moratinos? Al parecer, esa misma mañana mi doble había asistido a una rueda de prensa del ministro… en la que solo se les permitió preguntar a los periodistas que habían viajado con él desde Madrid. O eso me contaron. Y teniendo en cuenta para qué medio trabajaba Pozzi, el intento de limar asperezas del gran promotor internacional de aquella ocurrencia que dio en llamarse Alianza de Civilizaciones resulta del todo lógico.

 

 Pero la cosa de aquel insólito parecido entre corresponsales llegó a extremos surrealistas. Apenas unas semanas más tarde, otro ministro, el de Interior, José Bono, visitó la ciudad para participar en un panel llamado Seguridad y Defensa, que formaba parte del ciclo Diálogos Trasatlánticos, organizado por el Centro Rey Juan Carlos I de la NYU. El director del ciclo era el juez Baltasar Garzón, que entonces vivía en Nueva York. Yo iba cargado con mi cámara, mi trípode, mi bolsa de cables y micrófonos y demás parafernalia de hombre orquesta, lo que ayudaba bastante a diferenciarme de mi alter ego andaluz (que solía llevar como mucho un portátil). Pero, naturalmente, Laura y Marta, mis contactos habituales (!) en el centro Rey Juan Carlos, saludaron a Sandro cuando accedí a la sala donde se celebró la charla. Dudé un instante, pero quería coger el mejor sitio posible para grabar a Bono y a Garzón cuando llegasen, así que desistí de sacarlas de su error. Lo mejor fue escuchar a Sandro unos minutos después mientras tomaba asiento detrás de mí:

 -Cojóneh, Eduardo, ¿te puedeh creer que la-shiquillah de la entrá me han disho: «hola, gallego»? ¿Ya ehtá bien, no? Tó-loh día con lo mihmo, hombre…»

Las fotos de este post son todas de aquel año 2005. Yo salgo solo en la mitad. Juzguen ustedes mismos…